miércoles, 18 de marzo de 2015

¿Al perdonar debo olvidar la injusticia cometida contra mi?


Romanos  12:17-21.  RV 1960.
 
(17)  No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.

(18)  Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.

(19)  No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.(E)

(20)  Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.(F)

(21)  No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.

 
Perdonar No Implica Olvidar La Injusticia

Perdonar no implica el abandono de la búsqueda de la justicia ni la renuncia a la defensa de los derechos.

La persona puede exigir justicia, sobre todo si la falta viola las leyes, y eso no anula el perdón.

No hay que confundir misericordia con justicia.

Creo que muchos cristianos se meten en problemas por no tener diferenciado la misericordia de la justicia, lo cual puede generar perjuicio tanto a ellos mismos como otras personas.

Sin embrago la justicia que Dios prescribe que debemos seguir no es una mera justicia retributiva (aplicación del castigo, restitución, etc.), sino fundamentalmente una justicia restaurativa (resolución del problema o conflicto, sanidad de la relación, reconciliación, etc.).

El perdón no es necesario en la justicia retributiva, pero juega un papel medular en la justicia restaurativa.

El perdón no se riñe con la justicia.

Dios nos perdonó porque nos amaba, pero no obvió la justicia.

La muerte de Cristo en la cruz del calvario es la mayor evidencia de que Dios nos perdonó, pero cumpliendo completamente con las demandas de la justicia.

El perdón divino tiene su base en la justicia de Dios.

 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. 2 Co 5:21. RV 1960.

 

La cruz del calvario representa el encuentro perfecto del amor (incluye el perdón) y la justicia de Dios.

Esa es una teología al alcance de todos, y que todos pueden entender.

Al observar el horror de la cruz, podemos darnos cuenta del inmenso amor de Dios por el hombre, que lo llevó a dar la vida de Su Unigénito Hijo (Juan 3:16).

Pero al mismo tiempo podemos apreciar el increíble precio que Dios  tuvo que pagar por nuestra salvación, para así  cumplir las demandas de Su justicia.

1 Pedro 1:18-19. RV 1960

(18)  sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,

(19)  sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.

Como juez justo,  Dios cumplió la justicia de la ley que dice que “la paga del pecado es la muerte” (Romanos 6:23).

Dios como Padre amoroso proveyó el medio para el arrepentimiento y el perdón de los pecados.

El perdón no se podía otorgar sin sacrificio expiatorio, porque la justicia quedaría insatisfecha.

Sin justicia el universo moral sería un caos.

Al perdonar la persona renuncia al resentimiento, a los deseos de venganza, al pagar mal por mal; pero no implica que deba renunciar a la justicia.

El perdón es diferente al indulto, la condonación de la falta,

La excusa y justificación del agravio o liberación de responsabilidad del ofensor.

El perdón no implica prescindir ni obviar la justicia, ni eximir de responsabilidad al ofensor.

Suspender la justicia aumenta la maldad, las injusticias y la impunidad.

Por otra parte, el perdón no borra las consecuencias naturales ni legales de las faltas cometidas. Tampoco elimina la ley de causa – efecto que gobierna el universo natural y espiritual.

Al respecto la Biblia dice : “No se engañen ustedes: nadie puede burlarse de Dios. Lo que se siembra, se cosecha” (Gálatas 6:7 – DHH).

¿Qué Lugar Ocupa La Justicia En Este Principio Del Perdón?

Romanos 12:17-21 nos da una interpretación. Al perdonar a los demás, y decidir confiar en Dios como juez justo, renuncio a mi deseo de venganza, y entrego mi causa a Dios, confiando en que Él es mejor juez que yo.

“No tomen venganza hermanos míos dice el Señor”. Esta acción no está en contradicción con hacer uso del sistema de justicia que Dios ha instruido en el mundo.

En todo caso al entregar a Dios mi causa le cedo a Él el control, para que Él aplique  justicia según su sabiduría y soberanía.

Al entregar a Dios mis agravios y mi dolor y la responsabilidad de que se haga justicia, no sólo lo hago a Él juez de mi causa, sino que me deshago de mi propio derecho a vengarme, junto con mis sentimientos de resentimiento y odio, y dejo todos los problemas de justicia en manos de Él, sabiendo que Él es más competente y justo que yo mientras retenga para mí, la prerrogativa de hacer justicia y de que mi ofensor “pague por el daño que me ha hecho”, permanezco atado a él, porque en el fondo no he perdonado.

Perdonar implica soltar mis agravios y dolores en las manos de Dios, y confiar en Su justicia.

Si no concretamos esa acción de entrega a Dios, a la larga ambos –ofensor y agraviado- permanecemos prisioneros del pasado.

El que no recibe el perdón permanece preso en una celda, y yo quien me rehúso a perdonar  atado a la celda como carcelero, asegurándome que la persona permanezca encarcelada.

Necesitamos, pues llegar al punto de entregar el reo  en las manos de Dios, y encomendarnos a su justicia, de esta  manera nos libramos de toda  la carga emocional de tener  que hacer justicia, al descansar en la perfecta justicia del juez Supremo, quien no falla en aplicar  justicia.

Es importante recordar que al perdonar no se está dispensando o justificando un acto malo.

Aunque  la falta del ofensor no desaparece cuando perdono, se libera de mí y Dios se hace cargo porque Él sabe qué hacer.

Sí el perdón condona y amnistía, obviando a ultranza la justicia, entonces el orden legal y la memoria histórica de una familia, comunidad o nación donde ocurrió la ofensa y el agravio, estarían en peligro y condenadas a repetir los mismos errores e injusticias relacionales.

El Perdón y La Justicia No Se Riñen Con La Misericordia.

Dios no sólo nos exhorta a que encomendemos nuestra causa a Su justicia, sino que además nos insta a realizar acciones amatorias a favor de nuestro ofensor: “…si tu enemigo tiene hambre, dale d comer; si tiene sed dale de beber”; porque el amor se hace realidad  a través de la acción.

Esta acción es terapéutica y, según el pastor Rony Madrid, cumple los siguientes objetivos:

·        Verificar si nuestro corazón está limpio y que no guarda ningún rencor.

·        Comprobar que hemos  entregado ese sentimiento en las manos de Dios.

·        Hacer reflexionar a nuestros ofensores: “Actuando así, harás que se avergüence de su conducta”.

Para Reflexionar:

1.     ¿Has renunciado a tus deseos de venganza, encomendando tú causa al Juez Supremo?

2.     ¿Dejas lugar a la justicia de Dios?

3.     ¿Confías en la justicia de Dios?

 

 

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