Jesús demanda una incansable vocación para perdonar ofensas y agravios. Pero ¿Qué pasa cuando la persona que nos ofende, maltrata o agravia es reincidente? ¿Debo perdonar a pesar de que la persona no da muestra de arrepentimiento? ¿Debo condicionar el perdón al acto de constricción de la persona ofensora? ¿Debo perdonar siempre?
¿Cuántas veces debo
perdonar?
Perdonar es más
difícil cuando la persona ha cometido reiteradas faltas contra nosotros. ¿Cuántas
veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Esa fue la
pregunta calculadora del apóstol Pedro, a lo que Jesús le respondió: “No te
digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” (Mateo 18:21-22). Esta
debió ser una respuesta desconcertante. Esta expresión
oriental “setenta veces siete” significa un número ilimitado de
veces. Jesús, púes, nos habla de una disposición o actitud incansable a la
hora de perdonar. Esto lo recalca Jesús en la parábola de los dos deudores que
les narra a continuación a sus discípulos (Mateo 18:23-35).
El sistema rabínico
judío planteaba el llevar cuentas detalladas del número de veces que el
agraviado había perdonado al ofensor, y que dejara de perdonar después de la
tercera vez. Pedro con su pregunta eleva el nivel a siete veces. Pero Jesús
responde diciendo que no hay límites. La Biblia dice que “el amor no guarda
rencor” (1 Corintios 3:5), y llevar cuentas es una forma de guardar
resentimiento. Jesús no está estableciendo un sistema de conteo (sería
impráctico) basado el número siete (7 x 70=490). Jesús lo que está es
cuestionando la forma de definir el perdón de Pedro o del sistema rabínico. Si
fuera necesario, según el método de Pedro o rabínico, contar las veces que
perdonamos a una persona reincidente para saber hasta cuándo perdonar, no
habría forma de soltar el dolor y el resentimiento que produce la agresión y
ofensa de quien nos agravia y, por lo tanto, sería imposible perdonar
genuinamente. En Lucas 17:3-4 Jesús reafirma este énfasis.
La
norma establecida por Jesús (Marcos 11.25-26, Mateo 18:21-25) es muy alta,
exigente, humanamente inalcanzable, e inclusive luce en apariencia injusta.
¿Cómo perdonar reiterada e incasablemente a quien nos ofende? Luce injusto e
impositivo ¿Por qué Dios condiciona el perdón suyo a nosotros, a nuestra
disposición de personar a otras personas? Al fin y al cabo quien cometió la
falta y el agravio es quien pecó.
Lo
cierto es que el estándar de Dios es diferente y superior al del mundo. ¿Acaso
Dios no nos perdona constantemente? Dios nos ha dado un modelo de perdón a
seguir, al mostrar siempre un espíritu perdonador hacia nosotros, de esta forma
establece la norma de cómo debemos perdonar: “Dios
perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”
(Mateo 6:12).
Jesús
nos insta a mostrar una disposición permanente a perdonar como una decisión
personal. Pero esta decisión, a veces, entra en conflicto con algunos mapas
eclesiásticos que equivalen el perdón a un voto de confianza. Lo que ocurre en
realidad es que la confianza no corre tan rápido como la decisión de perdonar,
y la persona puede entrar en conflicto al pensar que no ha perdonado, porque no
puede confiar tan rápidamente en la persona, sobre todo si el agresor no ha
mostrado frutos de arrepentimiento. Por eso es bueno aclarar que perdonar y
confiar en la persona ofensora son dos procesos diferentes.
Para reflexionar:
- ¿Cuántas veces se siente capaz de perdonar a
la misma persona?
- ¿Puede contar cuántas veces Dios le ha
perdonado?
- ¿Cómo reaccionas cuando una persona falla en
contra de ti en forma reiterada?
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