1 Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias.
2 Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos.
3 Entonces subió Jesús a un monte, y se sentó allí con sus discípulos.
4 Y estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos.
5 Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?
6 Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer.
7 Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco.
8 Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo:
9 Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?
10 Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron como en número de cinco mil varones.
11 Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían.
12 Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada.
13 Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido.
14 Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.
15 Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo.
tres claves para ver obrar el poder de Dios en nuestras vidas y en las vidas que tocamos.
I. Si quieres ver obrar el poder de Dios, no te fijes en las demás personas
Esta idea es una que resurge vez tras vez a lo largo de la Biblia. Es la idea del remanente. En los días de Noé, la mayoría de las personas se alejaban de Dios, y sólo una familia era justa. Abraham fue el único hombre que Dios encontró para recibir su promesa.
De la generación que salió de Egipto, sólo dos hombres entraron a la tierra prometida. Los demás murieron por falta de fe, por creer el mal reporte de los diez espías.
Durante los días de los jueces, las cosas fueron muy mal en Israel porque todos hacían lo que mejor les pareciera. Eran muy contadas las personas que buscaran a Dios. Durante el tiempo de los monarcas, Elías se desanimó porque creía que era el único justo. Dios le dijo que había 7.000 otros que no adoraban al falso dios Baal, pero no eran muchos en una nación de varios millones.
Podríamos seguir, pero lo que se ve de esta breve sinopsis es que siempre había una pequeña minoría de la gente que buscaba a Dios, en medio de un pueblo que no tenía interés real en lo espiritual.
Aquí es lo mismo. Se nos dice que mucha gente seguía a Jesús. ¿Por qué lo seguían? ¿Porque tenían hambre y sed de justicia? ¿Porque querían saber más de la voluntad de Dios para sus vidas? ¡Lejos de eso! Miren el verso dos. Lo seguían porque habían visto sus señales milagrosas.
Estas mismas personas querían coronar a Jesús como rey, para reestablecer su nación como reino independiente. ¡A quién no le gustaría que el gobierno pudiera multiplicar el pan, en vez de cobrar impuestos! ¿Se imaginan lo que habrá pensado la gente? ¡Con éste sólo le damos una moneda, y le decimos que lo multiplique!
Pero éste no era su destino, y cuando ellos se dieron cuenta de ello, lo rechazaron. Insistían en meter al poder de Dios dentro de sus propias categorías, y entonces lo perdieron.
Hasta el día de hoy, el remanente sigue siendo una realidad. Aun dentro de la iglesia, la triste verdad es que hay muchos que simplemente calientan banca y esperan recibir algo – alguna bendición, alguna petición, algún entretenimiento. Como aquellas personas del día de Jesús, a menos que se arrepientan, terminarán alejándose de la verdad.
Si tú quieres ver obrar el poder de Dios, no puedes dejarte llevar por las opiniones de los demás. Tienes que reconocer que hay muchos tibios. Tienes que buscar la voluntad y el poder de Dios a pesar de lo que hacen los demás. Si quieres ver el poder de Dios, tienes que nadar en contra de la corriente – quizás aun dentro de tu iglesia.
En esta historia hay tres círculos o niveles de entendimiento. La multitud está en un nivel; ellos no entienden mucho de lo que está pasando, y sus motivaciones son muy egoístas. Vemos que no podemos seguir a la multitud si queremos ver obrar el poder de Dios.
Ahora llegamos al segundo círculo. Aquí están los discípulos. Estos hombres han caminado con Jesús, han recibido sus enseñanzas, han recibido explicaciones especiales de las parábolas que las multitudes no oyeron – en fin, estaban en una posición privilegiada. De ellos aprendemos la segunda lección
II. Si quieres ver obrar el poder de Dios, no te fijes en la perspectiva mundana
A pesar de su posición privilegiada, ellos no habían aprendido a superar la manera de pensar humana o mundana. Sólo veían la situación dentro de las posibilidades que les eran conocidas.
Cuando Jesús expresó su compasión por las multitudes hambrientas y su deseo de alimentarlos, los discípulos no sabían cómo responder. Jesús se dirigió a Felipe, quien era de una aldea vecina. El conocía las posibilidades de aquel lugar, pero se olvidó de las posibilidades del que iba con él.
Su intención quizás era noble; pero sólo pensó en los recursos humanos. Los discípulos no eran ricos, y Jesús menos; era imposible que trajeran consigo suficiente dinero como para comprar comida para tantas personas. Felipe declara que es imposible la situación.
Luego se presentó Andrés. El por lo menos quería ofrecer algo para remediar la situación, pero pensó que lo que ofrecía era imposiblemente pequeño para tal multitud.
¿Cuántas veces pensamos nosotros precisamente como Felipe o Andrés? Vemos las grandes necesidades que nos rodean, vemos a un mundo perdido lleno de personas con muchas necesidades, y pensamos, ¿qué puedo hacer yo? Si queremos hacer frente a este problema, necesitaríamos esto y aquello, y simplemente no se puede.
Calculamos usando la perspectiva mundana, y sacamos la conclusión de que la situación es imposible. ¡Nos olvidamos del poder de aquel que anda entre nosotros! Estamos tratando de cortar la madera sin prender la motosierra. Por eso,
III. Si quieres ver obrar el poder de Dios, no te fijes en nada más que el Pan de Vida
Dentro del tercer círculo encontramos a Jesús. El estaba en completo control de la situación. Juan nos aclara que su pregunta a Felipe fue simplemente una prueba, pues Jesús ya sabía lo que hará.
La solución de Jesús no fue un espectáculo. La manera en que se dio a ver el milagro ni siquiera se nos detalla. No hay grandes estruendos, no hay trompetas o truenos, simplemente se empieza a servir a la gente con lo poco que había, y milagrosamente alcanza.
Notamos inclusive que no se echa a perder nada. Jesús manda recoger todas las sobras en cestos, y sobran doce canastas llenas. Quizás cada discípulo tuvo la oportunidad de llevarse un cesto a la casa para compartir con sus familiares. Juan probablemente menciona este detalle también para darnos a entender que había para todo el pueblo, ya que doce eran las tribus de Israel.
Pero lo notable es que es Cristo quien hace la diferencia. El es el Pan de Vida, el pan descendido del cielo que satisface el hambre de la humanidad. Donde está Jesús, hay suficiente y de sobra para toda necesidad.
Cristo ya no anda corporalmente entre nosotros, pero aún está presente en su iglesia. Su poder está con nosotros, y él sólo espera que dejemos de fijarnos en los demás, abandonemos la perspectiva mundana, y tomemos un paso de fe para ver su poder obrar en nuestras vidas y en nuestro mundo.
¿Qué milagro esperas tú para compartir el pan de vida con un mundo hambriento? ¿Qué proyecto tienes que sólo Dios puede hacer? ¿Qué buscas de Dios que es humanamente imposible, pero divinamente disponible?
Quiero dejar contigo tres realidades que pueden ayudarte a fijarte en el Pan de Vida, y así ver obrar el poder de Dios.
Primero, recuerda que Dios ya está obrando en tu derredor. Tú no tienes que esperar a que Dios obre. El ya lo está haciendo. Sólo tienes que buscar lo que él está haciendo, y unirte a él en su obra.
Segundo, rebusca la manera en que Dios quiere usarte. ¿Dios usarme a mí? dirás. Sí, Dios quiere usarte a ti. Ponte a buscar el lugar en el que quiere usarte. Quizás será con un grupo de personas, o con una persona en particular, o con algún ministerio en la iglesia. Busca algo que tú sólo no puedes hacer.
Tercero, reconoce la obra del poder de Dios. Confía en el poder de Cristo para obrar a través de ti y alrededor de ti. Cuando empiezas a pensar como Felipe, verás que el poder se acaba. Tienes que confiar en Dios para hacer a través de ti lo que sólo él puede hacer.
Hoy te reto a dejar la comodidad de lo humanamente posible y lanzarte a la aventura de confiar en Cristo.
Pastor Tony Hancock
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